TODAS LAS FIESTAS DE
MAÑANA
|
Guayabetal, Laura Acero Polanía |
A
blackened shroud, a hand-me-down gown
of
rags and silks, a costume
fit
for one who sits and cries
for
all tomorrow's parties…
-Lou Reed
Allí va ella, caminando por la calle, meneando sus caderas, dándole
prisa a sus pasos. Las manos, fuera de los bolsillos, se balancean como un par
de péndulos que descifran la ecuación entre la vida y el destino, su piel
porosa se embriaga con el smog de la
madrugada que aúlla, su presión sanguínea se marca de acuerdo con el reloj que
presiona la muñeca, el pulso básico que inspira la pulsión, el ritmo antes,
durante y después del acto.
La veo con su
botella en el descenso de las calles, la alineación celeste de las farolas encendidas,
el luto de haber nacido. La incertidumbre de estar muerto que gotea con las
babas de la química inestable, los agentes externos que en la búsqueda de la
alquimia del conocimiento, prenden velas como rayos sobre los ojos, la lengua y el corazón. La mente del hombre
caminante entre el alcohol y la música de teléfono. El sonido, el eco del auricular, el paseo
entre luces, negocios apagados y edificios muertos que se estacan contra el
cielo inundado.
Un gigante con la boca abierta
embiste, embiste el destino y la embiste a ella. Ella va entrando por el
portón, sube las escaleras y va encontrando su ropa tirada por el suelo. Teje
su maraña, su cuerda floja, y enciende la vela subida en el monociclo Trifásico
de los fluidos y las secreciones cerebrales, y las de la entrepierna y las del
alma.
Ahí viene cuidando sus pasos,
cuidando y descuidando, apoyándose y relajándose sobre su tensión, un mismo
ciclo que se sostiene y así mantiene reconstruido su corazón partido en miles
de pedazos de porcelana blancuzca, con vetas azules; las azules que atraviesan
sus ojos desorbitados encima de la bota de cuero, el brasier negro del pecado y
la fantasía.
Severos golpes que se prueban en
el lloriqueo, el estrangulamiento del cansancio y el cansancio del sueño y la
preocupación, el estado Pre de las cosas, todos los Estados pre… de todas las
cosas, de la posibilidad o el ensueño, el monolito que incomoda en la
conciencia, la ciencia de enfermar el inconsciente colectivo con el constante
estado de delirio sistémico, de todos los sistemas. Las implantaciones de
poderes económicos, políticos, bio-políticos, bioenergéticos, académicos y
científicos, artísticos y metafísicos han entorpecido si no estropeado y
saboteado el camino de la humanidad. Así como la casualidad y el desatino en
cuadratura perfecta precipitan el saboteo y la imposibilidad en su vida
pequeñita y miserable.
Tirada en el suelo buscando la
ropa, buscando la droga, buscando la vida o la mierda, pero buscando algo para ponerse. Finalmente va para una
fiesta y espera gozar, reír y ser feliz. Impacientemente espera el momento de
entrar por esa puerta de madera vieja, en casa vieja y casi para tumbar, la
música suena con la pantalla encendida, ¿estereofónica o monofónica? Al menos
psicotrópica. Si valía la pena ponerse, ¿por qué no escuchar, también? El
sonido pausado que va entrando, el tambor ritual de la entrada triunfal, la
princesa que escoge su vestido, pobre niña, que no tiene nada que ponerse, la
saturación sofoca su sentido y sólo espera sonreír la mañana del domingo, si va
a llorar detrás de la puerta el sábado.
Sin traje, sin maquillaje, sin
personaje, la pobre niña podría ir a todas las fiestas de mañana, pero las
culpas que se formó ayer también le pesaran cuando se acerque el lunes y se dé
cuenta de que también lloró el domingo y que ojalá no lo haga el martes. Ella
transforma su pequeña sonrisa de domingo, quizás en todo su traje de pobre niña
y, como todo niño al primer día, se encuentra con el domingo y la mañana
reluciente, con el guayabo de haber nacido y, como todo el mundo, puede luego
coescribir un guión con el mundo, entre la belleza, la felicidad y todas las
cosas que anden por ahí rondando, en la oscuridad de la noche y la espesura de
la selva llana, que se dibuja sin dirección. El cabello que la edifica como
princesa del reino, la gran decisión de ir a participar en la fiesta, la
seguridad de la buena estrella que alumbra el camino a la libertad y la
felicidad. La película cósmica que está más allá de todos los milímetros y los
megapixeles cognoscibles e imaginables.
Y la magia cósmica de verla
caminando por la calle y saber que hablé con ella, que luego presencié e hice historia,
pensamiento y elucubración, alquimia del tiempo, las letras y el espacio.