SOBRE LAS BACANTES
Entre toda la tragedia griega que he leído, quizá el exponente que más me ha llamado la atención ha sido Eurípides, y más precisamente su obra Las Bacantes, que sin duda es una de las mejores producciones de este autor de Salamina. Las Bacantes no es solo una de sus obras mejor logradas, sino que además constituye todo un reto para el análisis literario que se le quiera hacer. Por un lado están las lagunas que pueden entorpecer una lectura clara del texto, pero por otro lado y tal vez el más importante, está la contradicción de pensamiento que representa, y que pugna con la idea tradicional de un Eurípides racionalista y de tendencia sofista. En esta obra se propone una reivindicación de los valores religiosos griegos, en tanto su estructura se acerca de manera muy fiel a los antiguos rituales báquicos, de donde se dice proviene la tragedia.
Las Bacantes es una de las últimas tragedias del último gran trágico. Nos asombra por su temática, que traspasa el límite de lo meramente humano y político, y con gran brillantez nos presenta un universo metafísico, que bien podría ser la sustentación misma de la tragedia, que retorna a su forma más original y pura, sin perder el ingenio que supone su misma evolución. Así pues, mi intención con este comentario es hacer develar, de qué manera Eurípides logra recuperar con Las Bacantes la memoria arcaica y exponer el sentido original de la tragedia, así como el del teatro y la actuación, y se aleja de cualquier afán por entretener, a pesar de su intención de ser representado en un auditorio para ciertos espectadores.
En los estudios sobre antropología teatral se suelen establecer ciertos factores en común, que actúan de manera ecuménica en el desarrollo del Drama y la Tragedia como expresiones culturales de las sociedades humanas. Estos son: el carácter religioso o místico y su relación directa con la divinidad, la actuación como “posesión de espíritus sobrenaturales” y la estructura. Estos factores se encuentran desde la Danza Balines, pasando por el Kathakali y el Drama Hindú, el Teatro No y el Kabuki, hasta la tragedia griega que es la base del teatro occidental.
Ahora bien, uno de los caracteres que mejor se encuentran expresados, incluso hasta nuestros días, es el de la estructura argumental, que no debe confundirse con la estructura formal que sí es cambiante. Vemos como la estructura formal de Actos se ve diluida en las muchas formas que tiene el hombre para representar sus historias. Pero esta estructura argumental, que es la que contiene el sentido y la tensión de la Obra Dramática, se repite siempre en todas las culturas, en todas las historias y en todas las formas de teatro. Esta estructura, que se asocia con los cinco pasos de los ritos en los misterios eleusinos de Perséfone y Deméter, es:
1. Agón – La presentación del conflicto, problema o pregunta, que siempre debe traer la posible respuesta.
2. Pathos – La pasión, es el motor de la acción.
3. Trenos – El estremecimiento o rompimiento del ego (se asocia con la carta de la Torre del tarot).
4. Anagnórisis – La develación del problema o “revelación”.
5. Ilaria – Paz, consumación del Agón, realización final, iluminación.
El origen del teatro asociado a la divinidad es bien conocido, no solo por la asociación que se le hace a los ritos religiosos, sino también en el nacimiento del actor, como fundamento esencial del teatro. En este caso vemos como los otros dos puntos se conectan intrínsecamente, de manera tal que el nacimiento de la tragedia se le atribuye a un dios, en este caso Dionisio (En la india el nacimiento del Drama se le atribuye a Shiva, dios y símbolo de la muerte, dios de los tres universos: el cielo, la tierra y el infierno, además de que se le considera como el primer actor).
En los ritos báquicos arcaicos se conforma el coro de sátiros que le rinden culto a Dionisio, quien, además de ser una entidad que, al igual que Shiva, se mueve entre el Olimpo, la tierra y el inframundo, cumple el papel del primer actor y personaje, que se desprende del coro de sátiros para responder los cantos y contar sus historias. Este punto me parece importante en tanto que el mito de Tespis se muestra como una clara referencia de la actuación como proceso de posesión, dando paso al primer actor y al nacimiento de la tragedia, de la misma manera que Shiva envía el quinto Veda para ser representado por los humanos, pero, sin estar del todo seguro, se encarna en uno de ellos para la representación. Esto solo nos da cuenta someramente de la relación entre el Teatro Tragedia-Drama y la divinidad, siendo éste el tema y eje fundamental de la tragedia arcaica.
Con el paso del tiempo y la instauración de la civilización, el pensamiento filosófico y la ciencia, el eje de la tragedia se traslada a lo humano y más certeramente a lo político, al ser los problemas de la Pólis la preocupación principal de los grandes trágicos. Pero Eurípides parece no estar del todo de acuerdo con esta noción de los trágico y en su obra Las Bacantes le da rienda suelta a su imaginación para relacionar las necesidades de su sociedad con el origen mismo de la tragedia al trasladar el escenario político a los dominios de los divino, y hacer críticas al pensamiento sofista racional del que parecía ser muy partidario, y oponerlo así a una razón divina, que en el discurso de Cadmo y Tiresias aparece claramente referenciado. Pero el problema no lo deja en una simple reivindicación de valores morales, sino que además eleva lo estético al campo de lo ético, y deja una inquietud que podría ser pasada por alto, si solo se toma como elemento trágico la muerte Penteo, que es a su vez el representante del orden político y estatal. El conflicto que desencadena la catástrofe es la negación de Dionisio, no solamente en cuanto sus ritos, sino quizás también en cuanto a su papel principal dentro de la tragedia.
Hegel afirma que la tragedia clásica se sostiene sobre la contradicción de substancias éticas que, al entrar en pugna, motivan a los héroes y personajes a realizar acciones que causan un desequilibrio. La intervención directa o indirecta de lo cósmico a través de su forma de destino produce el estremecimiento de un acto catastrófico en el Trenos, para luego dar paso a la Anagnórisis que develará el problema y restablecerá el equilibrio.
Estas fuerzas éticas dentro de la tragedia llegan a ser la expresión verbal que da cuenta del fenómeno religioso y de su relación con la intimidad humana. El hombre se identifica con lo divino y asume una actitud de amalgamiento íntimo entre lo humano y lo divino. Lo divino se manifiesta y se revela a través del mismo hombre, detrás de los personajes o del coro, que en Las Bacantes juega un papel fundamental al alejarse del arquetipo normal que se le da en las demás tragedias griegas.
Este contrapunto, que se da en Las Bacantes entre el coro y los personajes, puede ser interpretado como la dualidad misma entre “Ley individual frente a la Ley Universal” que se expresa en los choques de realidades, valores, acciones y actitudes éticas que se dan a lo largo de la tragedia griega. Así es siempre un reflejo del acontecer social y político de la sociedad griega, y quizá este sea el valor más importante de la tragedia, que a pesar de situarse en un universo épico, siempre refiere a una realidad actual que no deja de ser universal, ya que siempre tendrá algo que decir de las relaciones entre los hombres.
No obstante, Nietzsche plantea una teoría que parecería descabellada para ciertos sectores de la filología clásica de su época al afirmar que todo proceso estético parte de la pugna entre dos fuerzas creadoras, que él representa como “Lo Apolíneo y lo Dionisiaco”, para mostrar cómo las alegorías de estos dioses dan cuenta de los procesos estéticos griegos. Apolo, dios del sueño, el orden, la forma aparente, el arte de la escultura y la plástica, es situado en los confines del mundo épico. Entre tanto, Dionisio, dios de la música, del instinto natural, salvaje y violento, del éxtasis y la embriaguez, se sitúa dentro de la lírica que sirve como sustento artístico para los ritos báquicos en su honor. Y es dentro de este contexto de la lírica arcaica de donde proviene la tragedia, al ser paradójicamente Apolo, el que le da el apartamiento al actuante para ser poseído por Dionisio y así convertirse en actor. De esta manera es que Nietzsche argumenta el nacimiento de la tragedia y el fundamento de la ciencia estética, que siempre recae en la dialéctica, alternancia y fusión de estos dos principios.
Pero Nietzsche no se queda ahí, y además formula otra esfera de esta relación dialéctica, dándole a lo dionisiaco la facultad de la fusión y a lo apolíneo la de la individualización. Llega a afirmar que la tragedia es un coro dionisiaco que se encarna en imágenes apolíneas, donde se da la pugna entre el individuo y la naturaleza de las cosas (cosmos).
En Las Bacantes todo esto se expresa en la medida en que Penteo, en su afán individualizador y moralista, quebranta la ley natural que es rendirle culto a Dionisio, y no solo eso, sino que además su familia de la cual hace parte Dionisio, lo ha negado como dios y ha injuriado la memoria de Sémele, madre de Bromio. Es por eso que Dionisio infunde locura en las mujeres de Tebas, la madre y las tías de Penteo, que en su trance terminan por despedazar a Penteo. Esto no solo es el castigo hacia el rey sino hacia toda su familia, que además deberá vagar por tierras extranjeras, fuera de la ciudad que han fundado.
Aquí se introducen varios puntos como la locura, la irracionalidad y el culto, en contraposición a la razón, la cordura y la política. El problema es saber de dónde proviene cada aspecto, porque la irracionalidad parece ser el reflejo de la racionalidad sofista que es criticada a lo largo de la obra, y es la que conduce a la locura. No solo al desvarío de las Ménades, sino a la locura que se le atribuye a Penteo por afrentar a Dionisio, apelando a razones morales, que si bien se sabe, tienen fines políticos, de dominación. Porque no es simplemente la inmoralidad que Penteo le atribuye al sexo en el ritual, es también el hecho de que las mujeres dejen su posición de esclavas en el telar y salgan de la ciudad a empaparse de divinidad, lo cual es enojoso para el rey que pretende ser el Dios, correlato de Zeus en el mundo.
La función del coro que es quizá lo más especial de Las Bacantes, es fundamental al servir de referencia frente a la relación de la tragedia con la divinidad, puesto que el coro que presenta Eurípides no es el coro de ménades ni el de las mujeres, parece ser mas bien, un grupo de seguidores de Dionisio que acompañan sus pasos por la tierra, siendo una especie de iniciados y más cercanos a la idea arcaica del coro de sátiros, siendo este el sátiro, el sujeto arcaico por excelencia. Este coro de iniciados parece haber trascendido el umbral de lo divino y corresponde más bien a la visión de una multitud dionisiaca, que se aleja de las ménades, al reprocharle a Agave el haber dado muerte a su propio hijo al momento que ésta se da cuenta de lo que ha hecho.
Al final, a manera de profecía, todo el mundo deberá danzar en el coro, embriagados o poseídos por el jubilo de Dionisio, destruyendo así el orden civilizado. Penteo muere y con él muere la pretensión individualista de la razón sofistica, y Cadmo que es el creador de la cultura vuelve a su forma de dragón.
El sujeto arcaico se vuelve la antítesis del héroe y su tentación, puesto que está libre de los avatares del destino, al vivir en comunión con el todo divino, en fusión con él, sin una máscara precisa, actuando como una multitud de voces a unísono , que en este caso gozan de la armonía del orden cósmico, dejando atrás la importancia personal, en tanto mascara, en tanto afrenta a los dioses y al dios de muchas mascaras, y estableciendo un vinculo vital con la naturaleza donde desaparece la fragilidad propia del héroe que es la que lo conduce a la desgracia.
Este encuentro entre el héroe y el sujeto arcaico se crea a sí mismo en un mito, el mito de la realidad primordial, donde lo Dionisíaco aprehende y consume la realidad fenoménica, llevándonos a la catharsis, que nos implica en el Coro como iniciados y como sujetos verdaderamente rehechos. "Una obra estética sublime". ( Nietzche: El Nacimiento de la Tragedia)
Carpintero Tersites 2011